Desconectar para conectar

Desconectar para conectar

Periodista y Socia-Fundadora de Traslación.
Ex Asesora de Gabinete de la Subsecretaría de Turismo, a cargo de la vinculación regional e interministerial.

Estamos en la mitad de la temporada de verano y muchos chilenos ya han tomado vacaciones o están pronto a tomárselas. Al pensar en esta época nos imaginamos descanso, desconexión y disfrute, pero en la práctica hoy nunca estamos del todo desconectados. Las redes sociales y la tecnología son un gran aliado en nuestra vida cotidiana, lo que no necesariamente cumple el mismo efecto en vacaciones. Es así como poco a poco crece una nueva tendencia, denominada Digital Free Tourism (DFT) o turismo de desconexión digital.  A lo que apunta es a vivir experiencias que bajen la hiperconectividad en pro de mejorar nuestras relaciones reales no virtuales, a tener un mejor bienestar y descanso.  

Según las investigaciones (Egger et.al 2020), el DFT es una tendencia para un número creciente de personas que habitualmente utilizan Tics a diario y toman la decisión de limitar su acceso a dispositivos digitales durante los viajes.

Aquí entonces surge un nuevo mercado y oportunidad para la industria del turismo de generar experiencias para este nicho que invita a desconectar para conectar.

En España por ejemplo este segmento ha crecido de la mano del turismo rural, así como también del turismo religioso donde el alojamiento es en conventos o monasterios.

Los hoteles “detox” te piden dejar los aparatos electrónicos guardados o tienen conexión a internet solo en las áreas comunes, pero no en las habitaciones. Se denominan zonas tech-free. Lo viví en carne propia hace unos años en el Explora de Rapa Nui.  El primer día, me dio vértigo acostarme en la cama sin poder acceder a mi celular antes de dormir ni conectarme con mi amiga que estaba en la habitación de al lado, pero los días posteriores valoré el silencio, el confort y la conexión con la lectura de mi libro de cabecera que tenía abandonado por las redes sociales.

Esta desconexión tecnológica también se asocia con otro estilo de viajar que es el slow travel, que propone cambiar lugares masivos e hiperactivos, por quedarse con calma en un mismo destino conociendo en profundidad la cultura local, su gastronomía y costumbres, lo que hace un viaje más sostenible con menos impacto en la huella de carbono y que genera un turismo de mayor gasto para el lugar. Esta corriente proviene del movimiento slow que se inició en los años 80, donde la invitación es a tener una vida más consciente, desde lo que comes hasta lo que sientes o piensas.

Los beneficios personales, de bajar el ritmo viajero, desconectarse de lo digital y profundizar con el entorno, están asociados a disminuir los niveles de estrés, tener experiencias más auténticas y aumentar los grados de satisfacción. Por el contrario, la adicción al celular genera ansiedad, una necesidad permanente de aprobación y sobre todo se pierde libertad al empezar a postergar paulatinamente otro tipo de actividades como el deporte, la lectura o las conversaciones cara a cara.

No viene al caso profundizar en los efectos de la salud mental que produce el exceso de conectividad digital, pero dado que al turismo, más allá de ser un sector económico, lo asociamos a bienestar y calidad de vida, vale la pena mencionar las razones de por qué hoy aumentan los viajeros que buscan el “remedio” de la desconexión en sus vacaciones.

Chile sin duda es un lugar que se presta para generar experiencias de detox digital, donde nos podemos desintoxicar por un rato de la dependencia tecnológica para dar paso al consumo de experiencias vitales. La abundante naturaleza que existe del norte a sur del país nos invita a desconectarnos un rato de las redes y conectarnos con los baños de bosque, mar o montañas.  

Quiénes abracen este nuevo mercado, es probable que les vaya bien.