Concepto e identidad para el helado artesanal

Concepto e identidad para el helado artesanal

Periodista, ingeniero comercial y heladero.
Consultor en heladería artesanal, cofundador de la Copa Nacional de Heladería e integrante de la Asociación de Pasteleros de Chile

En un mundo gastronómico cada vez más competitivo, la heladería artesanal no solo debe destacar por la calidad de sus productos, sino también por la coherencia de su propuesta, en medio de un mercado cada vez más competitivo como el chileno, con clientes más exigentes y una oferta más variada. De esta evolución hemos dado cuenta a través de los reportajes dedicados a heladerías locales y extranjeras publicados en estas doscientas ediciones de Chef&Hotel, siempre con el fin de inspirar, compartir y socializar las buenas nuevas en nuestro rubro.

Lo cierto es que detrás de cada helado hay algo más que ingredientes: hay un relato, un concepto y una identidad que deben expresarse tanto en los sabores como en la experiencia del local. Esto es una oportunidad y al mismo tiempo un desafío para nosotros como heladeros, al mismo tiempo que permite diversificar las alternativas disponibles para la clientela y aumentar el consumo del producto, de la mano de la promoción de la cultura del buen helado artesanal.

El desarrollo de un concepto sólido es lo que permite que una heladería deje de ser simplemente un lugar donde se vende helado y se transforme en un espacio con alma. Esto se traduce en la selección de sabores, en la inspiración que los origina y en la manera en que se presentan. No es lo mismo ofrecer un catálogo genérico que proponer un recorrido sensorial que conecte con la historia, la geografía o la cultura de la zona. Por ejemplo, en Italia, muchas heladerías tradicionales trabajan con denominaciones de origen (pistacho de Bronte, avellana del Piamonte), lo que no solo garantiza calidad, sino también un vínculo cultural con el territorio.

La identidad, por su parte, debe estar presente en cada detalle: desde la ambientación del local hasta el diseño de los envases, pasando por la manera en que se comunican los productos. En España, la heladería Rocambolesc, de los hermanos Roca, ha hecho de la creatividad y la fantasía su sello: cada helado se presenta como una obra lúdica que refleja la identidad innovadora de su marca gastronómica. Del mismo modo, en Estados Unidos, cadenas como Jeni’s Splendid Ice Creams han construido una comunidad en torno a sabores innovadores (como “brambleberry crisp” o “everything bagel”) y una narrativa coherente en redes sociales, lo que ha fortalecido su reputación a nivel nacional.

La coherencia es el puente que une concepto e identidad. Si los sabores buscan transmitir frescura, creatividad o raíces locales, el espacio físico debe reflejar esos mismos valores. El diseño del local, la música, la atención y hasta la comunicación digital deben dialogar con el espíritu de la propuesta. Un buen ejemplo es Gelato Messina en Australia, que ha logrado expandirse internacionalmente sin perder autenticidad: cada local tiene una estética cuidada y los sabores mantienen una narrativa común, donde la innovación convive con la tradición italiana.

Finalmente, comunicar adecuadamente esta identidad es tan crucial como desarrollarla. Una historia bien contada –en el mostrador, en la carta, en redes sociales– convierte un helado en una experiencia cultural y sensorial. No es casualidad que proyectos como Amorino, nacido en París y hoy con presencia global, se distingan no solo por su producto, sino también por su estética reconocible: las flores de helado en cono que se han convertido en parte de su marca.

El helado artesanal, entonces, encuentra su verdadero valor no solo en su sabor, sino en la manera en que ese sabor expresa una identidad clara, coherente y memorable. De eso continuaremos conversando en las próximas columnas, siempre entendiendo que la coherencia entre concepto, identidad y comunicación es la clave para que nuestro helado pueda trascender más allá de la vitrina.