El futuro del turismo en Chile no se juega en la masificación de destinos ni en la construcción de grandes complejos, sino en nuestra capacidad de dar valor a lo auténtico: nuestra identidad cultural y territorial. En un mundo donde los viajeros buscan reconectar con lo significativo, lo local y lo verdadero, el turismo con identidad se perfila como una de las grandes oportunidades de desarrollo para el país.
Chile posee una diversidad cultural, patrimonial y social extraordinaria que aún no hemos sabido traducir plenamente en propuestas turísticas sólidas. Desde las comunidades indígenas del norte y del sur, pasando por los oficios rurales del Valle Central, hasta las tradiciones insulares de Chiloé, existe un potencial inmenso para crear experiencias que atraigan visitantes y, al mismo tiempo, fortalezcan el tejido social y económico local.
El turismo con identidad no se trata de vitrinas culturales ni de representaciones decorativas. Es un modelo de desarrollo que reconoce el derecho de las comunidades a contar su historia con su propia voz, a decidir cómo compartir su mundo y a participar activamente de los beneficios que el turismo genera. Es un turismo con sentido, con raíces y con dignidad.
Ya existen ejemplos inspiradores en nuestro país. En La Araucanía, Mapu Lahual ha impulsado un turismo comunitario mapuche en armonía con el entorno natural y cultural del territorio lafkenche, donde los visitantes conocen su cosmovisión y prácticas sustentables. En el norte, la Ruta Ancestral Lickanantay articula comunidades atacameñas en torno a la astronomía ancestral, caminatas patrimoniales y gastronomía tradicional. En Los Ríos, la Reserva Biológica Huilo Huilo ha logrado aunar conservación, desarrollo local y rescate cultural huilliche, siendo reconocida internacionalmente como un modelo de turismo sostenible que incluye a la comunidad en toda la cadena de valor.
El mundo también entrega aprendizajes valiosos. En Canadá, los pueblos originarios han creado circuitos turísticos gestionados directamente por ellos, fortaleciendo empleo y autonomía cultural. En Japón, regiones rurales han revitalizado su economía a través del turismo cultural y agrícola, atrayendo a quienes buscan experiencias auténticas. En Colombia, el turismo comunitario en territorios golpeados por la violencia se ha convertido en un motor de paz y reconciliación.
Estos casos demuestran que el turismo con identidad no es una aspiración romántica, sino una estrategia viable de desarrollo sostenible. Para consolidarla en Chile, necesitamos políticas claras, recursos públicos bien dirigidos y una mayor articulación entre cultura, turismo y desarrollo local. Hoy muchos emprendimientos operan en la informalidad, con dificultades para acceder a financiamiento, capacitación y comercialización. Si no abordamos estos desafíos, corremos el riesgo de que el turismo con identidad se transforme en un folclor superficial o, peor aún, en una nueva forma de extractivismo cultural.
Desde Fedetur estamos convencidos de que el turismo con identidad es una de las claves del futuro turístico de Chile. No solo porque responde a una demanda de viajeros más conscientes, sino porque diversifica la economía, distribuye mejor los beneficios del turismo y revaloriza lo que nos hace únicos.
Debemos apostar por un turismo que no solo muestre lo que Chile tiene, sino que revele quiénes somos. El turismo con identidad no es una moda: es una decisión estratégica de país. Y el momento de dar ese paso es ahora.