Hacer turismo dejó de ser sólo visitar lugares y hacer un registro gráfico de que estuvimos ahí. Hoy se trata más bien de vivir una experiencia, que es un paso más allá en la evolución del mundo de los viajes, algo que en la memoria posterior nos evoque sensaciones e incluso sea detonante de transformaciones personales, donde ya no somos sujetos pasivos frente a lo que observamos, sino activos. En esta línea están los tours gastronómicos o los de pesca y también otros que tienen que ver con algún desafío de orden físico o espiritual. Quiénes están diseñando experiencias marcaran la diferencia de aquí para adelante.
Algo del estilo me tocó vivir a fines de mayo cuando nos embarcamos en una aventura en conjunto con otras veinticinco mujeres e hicimos una de las rutas para llegar a Santiago de Compostela, lugar donde se encuentran los restos del apóstol del mismo nombre y donde se puede llegar por distintas vías. El más conocido es el camino francés que parte en Roncesvalles, son cerca de 800 kilómetros y en su etapa final parte en la ciudad de Sarria, que es la ruta más popular.
En nuestro caso, partimos en la ciudad de Vigo, al norte de España casi en la frontera con Portugal, por lo cual se llama la ruta portuguesa. En total recorrimos algo más de 100 kilómetros para llegar a la meta. De una infraestructura simple, marcada por una flecha y la viera, símbolo del camino, la señalética es lo que te va mostrando hacia dónde avanzar sin perderse, algo que te obliga a estar atento todo el tiempo.
También los caminantes como quiénes viven en los pueblos que recorres, están acostumbrados a ciertos códigos comunes. Uno de ellos y tal vez el más simbólico, es la frase con la que la gente se saluda. “Buen camino” se dicen unos a otros al cruzarse en la ruta. Palabras tan cortas como poderosas. Si bien los deseos tienen que ver con llegar sin contratiempos al destino final, también se refieren a tener un buen recorrido de la vida en general. Es como la humanidad misma, porque en el camino te cruzas y conversas con personas que probablemente no verás más. Eso, independiente de que andes acompañado. Como los ritmos son distintos, unos van más lento, otros más rápido y si bien la gran mayoría camina, otros hacen el recorrido en bicicleta. Sorprende también ver a personas con ciertas limitaciones físicas que se esfuerzan por hacer esta suerte de peregrinación que tiene su origen en la evangelización que hizo el apóstol Santiago, uno de los discípulos de Jesús, en las tierras de Galicia. Fue en el siglo IX que Pelayo, un ermitaño descubrió los restos del apóstol. Eran los tiempos del rey Alfonso II quién se convirtió en el primer peregrino. Más tarde, en los años 80, la ruta fue dotada de la señalética que conocemos hasta hoy. Durante el camino, pequeños emprendedores te surten de fruta, agua, café y todo tipo de souvenirs relativos al camino.
En promedio te demoras entre 4 y 5 horas en llegar al destino del día. Durante esas horas, hay tiempo para todo. Desde escuchar música, rezar, conversar y disfrutar de la naturaleza. Nosotros bordeamos la costa del atlántico para después adentrarnos en zonas de viñedos y abundante verde. Entrando la primavera en el hemisferio norte, fines de mayo es una buena fecha para evitar grandes calores y apreciar el despertar de la floración. Es recomendable seguir todos los tips. Desde embetunarse los pies con vaselina para evitar ampollas como entrenar los músculos para evitar lesiones.
Para algunos el Camino a Santiago es un viaje personal, para otros una ruta de senderismo, una meta o un medio de renovación espiritual y crecimiento de la fe. Todo junto o por separado, lo cierto es que caminar de pueblo en pueblo durante cinco días, en promedio veinte kilómetros diarios, es un desafío físico, emocional y mental que vale la pena vivir. Experiencias cómo éstas son únicas e irrepetibles, pero sí imitables.