La falta de seguridad es hoy una de las principales preocupaciones de los chilenos. Para la industria turística, cuya principal promesa es garantizar a los turistas una experiencia tranquila y agradable, la inseguridad es un golpe especialmente fuerte. Hay que decirlo con todas sus letras: turismo enfrenta una nueva pandemia, la pandemia delictual, ante la cual no contamos con una vacuna para prevenir o mitigar su impacto. La delincuencia destruye la imagen de nuestro país como un destino donde el visitante se puede desplazar sin temores y descansar en familia.
El caso más dramático de este mal lo presenciamos hace algunas semanas cuando, en pleno centro de Santiago, un guía turístico fue apuñalado al intentar defender a una turista. Con estupor vemos que la autoridad mantiene una actitud pasiva y lenta frente a esta crisis. Por ejemplo, la alcaldesa de Santiago Irací Hassler continúa en una actitud pasiva y lenta frente a esta crisis de seguridad. Pese a que hemos participado en diversas mesas de trabajo, especialmente con el gobernador de la Región Metropolitana Claudio Orrego, no se ven medidas ni resultados reales. Si no se realizan acciones concretas para frenar la delincuencia, los turistas dejarán de visitar Santiago, especialmente el casco histórico, donde 265 alojamientos turísticos se han esforzado por sobrevivir, resistiendo los golpes desde el estallido social.
Y esto no sucede solo en la Región Metropolitana. En Iquique, por ejemplo, que hasta hace poco tenía una gran actividad turística, hoy está tomada por la delincuencia. Ahí se ven los devastadores efectos de la inmigración descontrolada.
Se habla mucho de los planes de “verano seguro”, pero los resultados todavía no se ven en las calles.
Frente a este complejo escenario, ha surgido una propuesta interesante: crear una policía turística, tal como se ha hecho en algunos países que reciben un gran número de visitantes.
Esto sería un apoyo importante frente a la delincuencia, pero también se cuestionan temas operativos, como la dependencia o su financiamiento.
Diversas reacciones generó la propuesta de la Cámara Regional del Comercio de Valparaíso (CRCP), en orden al establecimiento de una ‘policía de turistas’, que tendría como principal función resguardar la seguridad de los visitantes a la zona.
Países como Colombia, Uruguay y República Dominicana poseen un cuerpo capacitado para actuar como “anfitrión” de los visitantes nacionales e internacionales en sus principales destinos, además de prevenir los delitos, sobre todo en temporada estival o en época de recaladas de cruceros.
Esta policía especial debe nacer y depender de los gobiernos locales pues, sobre todo ante la escasez de carabineros, es poco probable que se destine personal de las policías uniformada o civil a realizar esa labor. Lo importante, eso sí, es que esta esté coordinada tanto con Carabineros como con la PDI, y que cuenten con financiamiento permanente.
Es imprescindible que posean aptitudes ligadas a la seguridad integral y que sean agentes turísticos, funcionando como aliados esenciales a la hora de transmitir seguridad hacia nuestros visitantes.
Más allá de estas acciones puntuales, sin duda en Chile falta una estrategia nacional y regional de turismo que realmente mire hacia el futuro.
Si las cosas las hacemos bien, nuestra industria podría generar un millón de empleos, lo que contribuiría a aumentar el PIB, pero sin olvidar que nuestro sello es ser un destino sostenible y seguro.