El año empezó con tres importantes hechos para el posicionamiento turístico gastronómico de Chile. El primero, el lanzamiento de La Hoja de Ruta de la Experiencia Gastronómica en Turismo 2024, documento que busca consolidar y promover nuestra identidad culinaria como un atractivo turístico clave. El segundo, la aparición de Chile en Lonely Planet como uno de los diez mejores destinos para visitar en 2024, destacando sus vinos y su interesante oferta gastronómica en Santiago y, por último, la mención del prestigioso medio norteamericano The New York Times, que consideró por primera vez a O’Higgins como uno de sus destinos gastronómicos destacados, siendo el único lugar del país recomendado.
Lo de New York Times no solo es una buena noticia, sino que representa un hito histórico: por primera vez en la historia del turismo nacional, un medio internacional de esa envergadura considera un territorio por su atractivo gastronómico e identidad. Borra, por fin, el eterno foco sobre los ya muy desarrollados epicentros turísticos San Pedro de Atacama, Patagonia, Isla de Pascua y abre una ventana importante para el desarrollo de un turismo que pone al centro uno de sus principales activos de nuestro país: nuestro patrimonio agroalimentario.
Si los gobiernos regionales, municipales y los gremios gastronómicos y turísticos leen bien la circunstancia, podría ser que la nueva estrategia liderada por la Subsecretaría de Turismo de impulsar el turismo gastronómico en el país, tenga éxito.
Frente al trabajo que han realizado países como Argentina, Colombia o Ecuador, Chile no puede presumir (aún) de tener una buena internacionalización de su gastronomía. Uno de los principales problemas para concebir a la gastronomía como producto turístico ha sido la falta de apropiación y reconocimiento de su patrimonio agroalimentario. Por eso, es fundamental que la nueva estrategia destine buena parte de los esfuerzos al turismo local y contemple programas específicos que contribuyan a aumentar el conocimiento de nuestras expresiones culinarias regionales, despertando la autoestima por nuestras tradiciones, que es lo único que puede aumentar el consumo interno de nuestra despensa. Si conseguimos avivar el orgullo por nuestras cocinas, luego será fácil despertar el interés de los turistas internacionales.
Resulta prioritario crear programas especificos de formación en competitividad para, por un lado, facilitar procesos de construcción de experiencias gastronómicas turísticas innovadoras, que se articulen con el primer eslabón productivo (el campo) y crean en conjunto relatos sólidos y documentados, y, por otro, profesionalizar la gestión y rentabilidad de los negocios. Sin comercialización no hay nada.
Es importante también que la autoridad revise las políticas tributarias que rigen al sector. Si queremos favorecer a una industria que genera empleo, dinamiza el sector agrario, construye identidad y aumenta hasta un 30% el gasto promedio de un viajero, no podemos ahogarlos en impuestos y burocracia.
Sepa usted que la gastronomía ocupa el tercer lugar entre las razones por las cuales los turistas deciden sus viajes, algo que nos obliga a aumentar el nivel desde el servicio hasta la comida. No estaría de más una certificación de calidad para restaurantes que estandarice el buen hacer.
Las opciones de Chile de transformarse en un destino gastronómico en los próximos años, pasan también por la construcción de narrativas que promocionen la culinaria nacional. ¿Qué historias de diversidad y riqueza estamos contando sobre nuestras cocinas? ¿A quiénes? Es un hecho que los chilenos conocen más de la cocina peruana que de la propia…y así la consumen. Los turoperadores locales desconocen el territorio, siendo más fácil para ellos vender Santa Marta que un viaje por el secano de O’Higgins. Es fundamental que Chile aparezca en todos los circuitos asociados a gastronomía en el mundo: Alimentaria, Horeca Professional Expo, Fitur, Madrid Fusión, Salón de queso, Mundial de Vinos, Congreso Mundial de Turismo Gastronómico, entre tantos otros; que invierta en famtrips y viajes de prensa especializada; que existan recursos destinados a promocionar productores, cocineras, portadoras de tradición, sommeliers, enólogos, que son quienes más conocen, defienden y promueven la biodiversidad del país.