No cabe duda que al turismo le ha tocado remar muy duro durante los últimos años. También es cierto que muchos otros sectores de la economía han atravesado situaciones similares, pero con una salvedad: a diferencia de otras áreas, el rubro turístico ha tenido que afrontar en muchas ocasiones estas turbulencias solo, sin apoyo del Estado.
Aunque fuimos una de las industrias más golpeadas por el estallido y la pandemia, el apoyo que se ha brindado desde el sector público ha sido en términos generales, sin que haya existido un plan especial para lograr sacar a flote al turismo.
Como industria, entendemos que los recursos del Estado son limitados, especialmente en el actual contexto, donde hay crecientes demandas desde diferentes ámbitos, pero parte de esta orfandad en la que generalmente se encuentra el rubro, se debe principalmente a que el Estado considera al turismo como una actividad económica secundaria.
¿Y en qué se traduce eso? En que los recursos públicos que se destinan para impulsar al sector son absolutamente insuficientes, y en que las políticas públicas o proyectos de ley que atañen al rubro no son consideradas una prioridad por parte del Ejecutivo y el Congreso.
Este escenario provoca que avanzar se vuelva doblemente difícil para el turismo, ya que a la falta de recursos, se suma el tener que lidiar con una burocracia y aparato público que no está diseñado para facilitar el desarrollo de esta actividad. Cuestión que es incomprensible, considerando que el rubro involucra distintas áreas del Estado, desde transportes, obras públicas, medioambiente, seguridad, economía y trabajo, por mencionar algunas.
Al no ser considerado el turismo una política de Estado, hace que la coordinación de todos estos mundos resulte muy compleja, ya que muchas veces no conversan entre sí, obligando a las empresas del sector a perder una gran cantidad de valioso tiempo en tramitar diversos permisos y autorizaciones para funcionar o para que se lleven adelante acciones necesarias para el desarrollo de la industria, ralentizando los procesos y haciéndolos muy engorrosos.
En ocasiones se ha planteado crear un Ministerio del Turismo para lograr relevar la importancia del turismo dentro de la estructura del Estado, pero lo que en realidad se requiere es un cambio cultural de las autoridades respecto a la visión que tienen de este, del aporte que hace al país, de su potencial y capacidad de desarrollo.
Parece haber un grado de ceguera importante en relación con esto, aun cuando como sector privado seguimos trabajando y desplegando esfuerzos en visibilizar esta estratégica industria ante el incomprensible abandono por parte del Estado. Somos de los pocos países de la región que no le da al turismo la relevancia que tiene en pleno siglo XXI. Es momento de poner término a esta omisión.