Hace un par de semanas estuve en Playa bonita, un sector turístico de la ciudad de las Terrenas en República Dominicana.
Partí con computador en mano a tener unos días de bleasure, businnes + leisure o trabacacionar como se ha llamado a esa combinación de negocios con placer que se ha expandido post-pandemia del coronavirus.
Si bien se trata de una derivada del turismo de negocios para extender o aprovechar estadías en los lugares donde se va a trabajar, lo cierto es que esta tendencia se enmarca dentro de un nuevo estilo de vida donde las personas buscan integrar de manera menos frenética mundos personales con laborales. Paradójicamente fue el lado positivo de la Pandemia la que permitió legitimar el teletrabajo o trabajo remoto sin que se cuestionara la productividad de las personas por el hecho de estar conectadas desde cualquier lugar. La masificación de las videollamadas o zoom ha sido una verdadera revolución socio-laboral que ha permitido ejercer con mayor autoridad la libertad de organizar los tiempos y, a su vez, el desarrollo de la autonomía con responsabilidad frente a los compromisos.
Desde el punto de vista organizacional, con el bleasure todos ganan. Para los empleados es una forma barata de viajar porque aprovechando que la empresa paga los costos de traslado, puede experimentar el destino como una posibilidad no solo de cumplir con el trabajo, sino de descubrir la cultura del lugar e incluso de compartir el viaje con los seres queridos. Para las compañías, el hecho de facilitar al empleado el alargue de estadías hasta el fin de semana o juntar los días de trabajo con días de vacaciones, se traduce en mayor motivación y lealtad con la empresa. Desde el punto de vista del sector turismo, los destinos a nivel mundial han visto una oportunidad y se han empezado a organizar con itinerarios especiales para el turista de negocios que en sus tiempos libres quiere disfrutar los atractivos del lugar. En Chile, la oferta para los viajes bleasure, todavía es incipiente .
Según un estudio de la revista Forbes, el 89% de las personas se plantea poder combinar trabajo y ocio, de manera que sin duda, lo que está en la mente de los viajeros, poco a poco se está transformando en realidad.
Volviendo a mi estadía por los mares cálidos de Dominicana, para suerte mía, el horario de allá coincidía con el de Chile, de manera que los biorritmos no fueron difíciles de ajustar.
Así mi día partía a las 7 de la mañana con una larga caminata por la playa, que terminaba a las 8:30 con un buen chapuzón lista para conectarme a continuación con correos electrónicos y reuniones virtuales. De fondo, arena blanca y mar azul.
La sorpresa fue que me encontré con familias de chilenos, españoles y otras nacionalidades que partieron yendo por negocios o vacaciones y que finalmente se trasladaron con sus familias a vivir cerca de la playa para tener una mejor calidad de vida. Sus trabajos los hacen a distancia conectados con distintas partes del mundo, viajan a la casa matriz o a juntarse con clientes cuando es necesario, mientras tanto, sus hijos van a colegios internacionales y tienen clases de surf.
Lo que hasta hace unos años podía ser un lujo de millonarios, hoy se hace más accesible a grupos más amplios de profesionales que emigran no del campo a la ciudad, sino de la ciudad al mundo rural o costero con precios de arriendo más accesibles y un entorno más saludable.
En Chile, un estudio de la Escuela de Ingeniería de la Universidad del Desarrollo mostró que cerca de 400 mil santiaguinos dejaron la capital por la pandemia. Las regiones de Valparaíso y OHiggins las más concurridas.
Y aunque en rigor, la migración de las grandes ciudades no es lo mismo que el bleasure, resultan ser dos caras de la misma moneda. La búsqueda de una mejor compatibilización entre trabajo y tiempo libre es una tendencia que llegó para quedarse. Esto no solo favorece a una vida mas integral de las personas, sino a la industria del turismo.