Hace un par de días transitando por la carretera austral, específicamente en el tramo entre Coyhaique y Bahía Murta, nos encontramos con un camino abundante en lengas que empiezan a mostrar sus incipientes brotes primaverales, pero también con bermas plagadas de latas como de vidrios. No era la primera vez que nos tocaba presenciar este espectáculo y con mi marido hicimos nuevamente la acción de recoger cada cierta cantidad de kilómetros, un número no despreciable de desechos eventualmente reciclables. Aparte de intentar tranquilizar nuestras conciencias por ayudar en una ínfima parte al planeta y hacer un video para Instagram, claramente no cambiará nada, porque la siguiente vez nos encontraremos con el mismo espectáculo sino aumenta en nuestro país la educación ambiental tanto de lugareños como de turistas.
En Chile desde 2023 empezó a regir la ley Rep (20.920) que significa de responsabilidad extendida del productor que tiene como meta al 2036, la recuperación y valorización del 60% de los envases y embalajes. Se priorizan siete productos. Estos son: aparatos eléctricos, pilas, envases o embalajes, diarios o revistas, neumáticos, baterías, aceites y lubricantes. También comenzó a regir la segunda etapa de la ley de plástico que prohíbe el uso de plásticos de un solo uso desde 2022 como por ejemplo plásticos desechables en restoranes y desde el 13 de agosto de este año obliga a manejar envases retornable en almacenes.
Sin duda, las leyes van en la dirección correcta. También la iniciativa de la Corporación Santiago 2023 que organiza los Juegos Panamericanos para fines de octubre y que en alianza con la empresa CV Green apuntan a reciclar el 80% de los residuos que se van a generar durante la realización del evento. Pero el desafío es mayúsculo, porque en Chile según cifras del Ministerio de Medio Ambiente se recicla apenas el 10% de los residuos comparado con cifras del Banco Mundial que muestran a Suiza o Suecia con prácticamente un 100% de reciclaje. Para llegar a esa meta, claramente no basta con buenas leyes sino también con una educación ambiental que comienza desde la primera infancia. Cuando ya hay hábitos instalados, es importante no dar ciertas creencias por universales. Suponer que a todos nos preocupa el medioambiente es un error, suponer que a todos nos molesta ver basura en las calles o carreteras, también es un error.
Tal vez la orientación al cuidado podría ser la primera motivación a desarrollar.
El principio de reducir, reusar y reciclar es clave para entender que el reciclaje es el tercer paso de esta conciencia de cuidado, porque a lo primero que debiéramos transitar es a tratar de disminuir la generación de desechos o reutilizar por ejemplo las botellas de vidrio en fabricación de arena, joyas o vasos, como de hecho, ya se hace.
Para las zonas rurales o más aisladas, como la región de Aysén, Magallanes, Chiloé, Juan Fernández y Rapa Nui por nombrar algunas, la gestión de residuos es particularmente compleja. No es casualidad, que la Isla de Pascua despache semanalmente por avión comercial fardos de plástico y cartones al continente o exista la iniciativa “Elige Vidrio” de Cristalerías Chile que en alianza público privado y presente en ocho regiones, se hace cargo de despachar el vidrio en barco si es necesario y reutilizarlo en sus plantas de producción.
Junto con estas acciones, también hay muchas otras que no resultan porque al final, el primer reciclador es cada persona. Como en todo, los cambios de hábitos se traducen en pequeñas acciones. Una de ellas, incorporar en el auto una bolsa reutilizable para los residuos que generemos en nuestro andar. Ojalá no solo la carretera austral, sino todas las rutas escénicas de nuestro Chile lindo las veamos libres de basura.