A quienes observan el rubro del té con cierta distancia pudiera parecerles llamativo que exista una fecha mundial destinada a su consideración. Después de todo, un “día internacional del té” suena a una curiosidad lúdica más que a un tema de relevancia global. Y es que pareciera una instancia adecuada para destacar esta bebida que tiene millones de adeptos alrededor del mundo, celebrando las costumbres y gustos personales en torno a ella. Lo anterior no es errado, por supuesto, pero resulta interesante indagar un poco más en el trasfondo de esta conmemoración para entender su real significado.
Esto nos lleva a la cuestión de por qué existen los días internacionales. Se trata de fechas – muchas de ellas promovidas por la Organización de las Naciones Unidas, como en este caso – destinadas a sensibilizar a la comunidad respecto de temas de gran relevancia para la sociedad, de manera tal de ponerlos en la palestra y generar acciones a su respecto.
En el caso de la infusión de la Camellia Sinensis, existen efectivamente algunos aspectos muy trascendentes relacionados con ella que fueron tomados en cuenta para consagrar este día especial y que permiten hacernos una idea más clara acerca del profundo impacto que tiene el té en nuestro planeta.
En primer lugar, el té representa un medio de subsistencia para millones de familias de agricultores alrededor del mundo, tanto en países subdesarrollados como en vías de desarrollo. Se ha considerado además como una herramienta para la superación de la pobreza que concede a muchas personas el acceso a un trabajo no calificado que les permite prodigarse sustento económico, especialmente en sectores de índole rural. En este sentido, no deja de sorprender el hecho de que los pequeños productores de té sean responsables del 60% de la producción mundial de este, según datos de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación).
En segundo lugar, los ingresos provenientes de la exportación del té contribuyen a que los países productores puedan financiar sus respectivas importaciones, constituyendo un pilar importante de sus economías internas. De ahí que sea preocupante el hecho de que, a nivel general, el precio del té “en términos reales” (es decir, sin considerar la inflación) esté enfrentando un declive constante durante los últimos años, lo que sumado a la inflación generalizada y el aumento de las tasas bancarias, puede enfrentar a los productores a una disminución de su margen de ganancias al tener que asumir costos más elevados en su producción.
Finalmente, las áreas geográficas en que la planta del té se desarrolla regularmente son especialmente vulnerables ante el cambio climático. De ahí que las prácticas agrícolas relacionadas con ellas cobren cada vez más importancia y que exista una tendencia creciente hacia el establecimiento de políticas que puedan fomentar de alguna manera la sustentabilidad de los cultivos.
Entonces, si bien es cierto que cuando hablamos de té hablamos de sabores, de aromas y de costumbres, también hablamos de economía, de seguridad alimentaria y de grandes desafíos ambientales que incumben a toda la sociedad. Por todas estas razones es que el 21 de mayo de cada año tiene un cariz especial para todos quienes estamos atentos a la industria del té. En este día se busca promover la producción y consumo sostenibles de esta infusión, además de reconocer que su industria es una herramienta que permite luchar contra el hambre y la pobreza a nivel mundial.
Al tener esto último en consideración, nos resulta más sencillo comprender por qué la efeméride del 21 de mayo no es una mera una instancia anecdótica, sino un llamado a la valorización de un producto que merece ser considerado en relación con cada uno de los múltiples aspectos que sustentan su relevancia. Después de todo, se trata de la bebida más consumida en el mundo después del agua y su destino está indudablemente unido al porvenir de la humanidad misma (aunque para nosotros, los amantes de esta infusión, esto último bien podría ser al revés).