Septiembre es el mes de la Patria en Chile y también cada 27 de septiembre celebramos el día mundial del turismo. Este año, la Organización Mundial del Turismo puso como foco las inversiones verdes, lo que resulta un desafío tanto para el ecosistema turístico como para quiénes conviven con él.
La pregunta es qué se entiende por inversiones verdes en turismo y la respuesta dada por la organización internacional, es que son todas aquellas que se orientan en tres aspectos: las personas, el planeta y la prosperidad.
En el primero, Natalia Bayona, directora ejecutiva de la OMT, ha puesto un foco especial en la necesidad de invertir en educación y aptitudes. Ella lideró la primera plataforma de formación en línea sobre turismo, lo que apunta a dar accesibilidad a muchas más personas con herramientas que les permitan desempeñarse en la industria. Para Chile, a principios del 2023, decíamos en este mismo espacio, que la capacitación en servicio es un desafío ineludible, así como también el uso del inglés como medio para ser más hospitalarios como país.
Cuando hablamos del planeta, se invita a invertir en infraestructuras sostenibles y acelerar la transformación verde, lo que se refiere en el caso del turismo entre otras cosas a una gestión responsable de los recursos ambientales del ecosistema, al cuidado del patrimonio cultural en cada lugar y en un sector como la hotelería, a tener una gestión de residuos cada vez más cuidadosa con el entorno. En nuestro país, en la columna anterior mencionábamos la necesidad de una educación ambiental básica para cualquier chileno y que simplemente diga, por favor llévese su basura, ocupe las toallas más de una vez, rellene su botella y evite el plástico.
Y el último pilar de la tríada, en este mes del turismo, es la prosperidad, la cual hace referencia a la innovación, la tecnología y el emprendimiento. Aquí suelen entrar los fondos de inversión, donde los aportantes buscan tener un impacto beneficioso sobre el medio ambiente, como los bonos verdes, por ejemplo.
En turismo, la necesidad de innovar debiera tener como propósito mejorar la calidad de vida de cada habitante de un lugar turístico y considerar la participación de las comunidades locales en la toma de decisiones. Al mismo tiempo, el uso de tecnologías puede ayudar a medir las capacidades de carga de los destinos para no saturarlos e indicar a los turistas qué espacios están más libres. Aquí las posibilidades de contribución no se limitan al sector turismo. Cada empresa y persona que produce o vive en una localidad puede aportar a que se active el emprendimiento en su entorno. En Chile, por ejemplo, la pobreza sigue siendo mayor en las zonas rurales con 13,8% versus 10,4% en las zonas urbanas. Sabemos que el turismo es un activador de las economías locales y por lo mismo, aquí las empresas no turísticas en su responsabilidad social pueden apoyar en ese desafío, haciendo sinergias con el mundo del turismo.
Cada año la OMT nos obliga a detenernos y a pensar cómo podemos hacer un mejor turismo. Hoy la meta es ir avanzando a un desarrollo sostenible y cumplir con los objetivos del milenio al 2030. Si lo ponemos en palabras simples, el avance tiene que apuntar a un turismo regenerativo, es decir, a que los lugares turísticos estén cada vez mejor y no peor. Al final del día, el turismo debe tener el foco en una buena experiencia del usuario, pero también en los residentes del destino y en este sentido, las inversiones verdes en turismo son una buena forma de lograrlo. Ha dado resultados en países como Costa Rica, Nueva Zelandia y Noruega, la invitación es también a invertir en Chile.