Una creciente y positiva tendencia se ha instalado en Chile desde un tiempo a esta parte, con la creación de polos gastronómicos en diferentes puntos del país, convirtiéndose en atractivos espacios urbanos que congregan a visitantes nacionales e internacionales, siendo, a su vez, lugares que impulsan el turismo.
Lamentablemente este fenómeno se ha dado en paralelo con un progresivo deterioro de la seguridad y los espacios públicos, situación que ha provocado una desvalorización de zonas que hasta hace poco eran muy cotizados por las personas para salir a disfrutar y pasarlo bien.
La situación, en algunos casos, se ha tornado dramática, como ocurre con el vaciamiento del casco histórico de locales gastronómicos y del público que asistía a los restaurantes, ya que muchas empresas han optado por trasladarse a otras partes de la ciudad que son más seguras. Cuestión similar ocurre en áreas de Valparaíso, en La Serena y ciudades del norte, por mencionar algunas, que pese al esfuerzo que realizan los locatarios por potenciar esos sectores, su sostenibilidad se ve amenazada por distintos factores, entre ellos, el proliferante comercio ilegal.
Este escenario provoca un efecto en cadena muy nocivo, dado que las personas también cambian sus hábitos y optan por no acudir a estos polos gastronómicos en determinados horarios nocturnos, provocando un apagón que afecta la demanda y golpea la inversión que realizan los dueños de restaurantes para generar estos espacios urbanos de calidad.
Revertir este problema y recuperar los espacios públicos requiere de un compromiso renovado del sector público en colaboración con el sector privado, en la definición de estrategias focalizadas que permitan mejorar la seguridad, como factor clave para el desarrollo urbano de las ciudades y destinos turísticos.
El trabajo con los municipios en esta materia es clave, ya que son los gobiernos locales los que tienen una incidencia importante en trabajar con los locatarios medidas que contribuyan a ofrecer espacios que sean amenos y agradables de visitar, tanto en el cuidado de los bienes públicos, como en disminuir los riesgos y focos de hechos delictuales y comercio ilegal.
Nadie va a lugares donde no se siente seguro, este sucio y descuidado, y en que no pueda caminar porque las veredas están repletas de vendedores ambulantes. Hay zonas que con un trabajo coordinado entre las autoridades centrales y locales, más el apoyo de los locatarios, lograron recuperar esos espacios, que volvieron a cobrar vitalidad y dinamismo.
Lograr esto último requiere compromiso, estrategia, perseverancia, y sobre todo, acciones concretas que le devuelvan a los ciudadanos el interés por sus localidades y entornos y las ganas de aprovechar los espacios públicos, como parte de un desarrollo urbano integral que mejore la calidad de vida de las personas.