El nivel de inseguridad que se vive en diversas ciudades del país, ha provocado un apagón nocturno sin precedentes. Los chilenos se están viendo obligados a cambiar sus hábitos por el temor a ser víctimas de la delincuencia y el crimen organizado.
A las 11 de la noche prácticamente no hay movimiento ni vida en ciudades como Santiago, Viña, Valparaíso y otras grandes urbes, lo cual tiene un fuerte impacto en la industria gastronómica, acostumbrada a que el horario de cena fuese una fuente importante de sus ingresos diarios, ya que las personas solían salir a comer a algún restaurante. Quienes lo hacen hoy es, por lo general, hasta más temprano, o derechamente están optando por quedarse en casa, ante el temor de ser víctimas de encerronas y portonazos.
Los chilenos no estábamos acostumbrados a este nivel de inseguridad y violencia que se observa actualmente, donde prácticamente no hay un solo día en que no aparezca en prensa un crimen de alta connotación pública, agravando el clima de temor de los ciudadanos.
No es extraño ver actualmente restaurantes cerrando sus puertas a las 11 de la noche, porque después de ese horario ya no hay demanda, lo cual incluso se da los fin de semana, donde habitualmente se atendía hasta más tarde, porque siempre había un flujo de comensales con ganas de pasarlo bien y disfrutar un buen momento en torno a la gastronomía.
De hecho, existen algunos lugares del país, donde derechamente los locales de comida no abren de noche por lo peligrosas que se han vuelto ciertas zonas, golpeando de sobremanera a un rubro que no ha logrado dejar atrás la estela de crisis provocada por el estallido primero, el Covid después, y los altos niveles de inseguridad ahora.
Pese a las reuniones que hemos sostenido como gremio con las autoridades de gobierno y alcaldes para abordar este tema y evaluar medidas que permitan revertir el complejo escenario, la situación se ha ido agravando en lugar de disminuir.
La delincuencia y el crimen organizado son los peores flagelos que puede enfrentar un país, porque son problemas que impiden el desarrollo de cualquier actividad, por el nivel de incertidumbre que genera, ahuyentando la inversión y deprimiendo el rendimiento de la economía.
En el caso del sector gastronómico, también implica un alza en los costos, ya que las empresas del rubro tienen que invertir recursos en mayores medidas de seguridad, para garantizar la integridad de los clientes y trabajadores.
Estamos en un punto de inflexión, ya que si este escenario no se enfrenta de forma eficaz, no habrá camino de retorno, con el consiguiente perjuicio para las actividades económicas, incluida la gastronomía. Es obligación del Estado actuar con sentido de urgencia en esta materia y obtener resultados concretos que le devuelvan al país los niveles de seguridad que nunca debió perder.