Los huéspedes de Estancia Rilán son recibidos por Mónica Hidalgo y Rodrigo Riquelme, la pareja creadora de este hotel de solo ocho habitaciones pensado desde el inicio como una alternativa de hospedaje que propicia el descanso, el goce de la naturaleza y una experiencia cercana a la cultura chilota. Todo ocurre en la península de Rilán, al sur de Castro, distante 25 km de la ciudad, y más puntualmente en el sector La Estancia, dentro de un terreno de poco más de dos hectáreas donde se hace fácil observar aves locales como el chucao, mientras se avanza por senderos habilitados con banquetas y pasamanos de madera que comunican a un ojo de agua.
A los anfitriones les gusta describir su hotel como una casa con servicio personalizado, cercano y honesto. “Desde el momento de la reserva nos preocupamos de generar una experiencia que sea basada en la cercanía, en la asesoría y en sobre cumplir las expectativas”, destaca Mónica. Tras la reserva, se informan conceptos generales y se piden algunos documentos para adelantar el check in, de manera que el huésped no viva ese proceso el día de su arribo y el foco sea presentar lo que brinda el hotel, además de conocerse para atender los planes del viaje y las necesidades particulares. Cuando se trata de extranjeros, en este recibimiento participa un gestor de experiencias, una persona de la zona que se maneja bien en idiomas y en los diferentes aspectos del diseño y funcionamiento del hotel, incluso, les habla de la comida para que puedan comprender los platos y productos que se incluyen en el desayuno y la carta. Para atender las expectativas de experiencias en el exterior, los pasajeros reciben sugerencia de paseos, lugares y actividades que, si así lo quiere el cliente, son posibles de contratar con el gestor tomándolo como un guía, un servicio externo de trato directo que promueve la economía local, lo mismo que hace Estancia Rilán con agencias de turismo y transporte chilote, entre otros servicios.
PATAGONIA INSULAR
Los mentores de Estancia Rilán se conocieron en Concepción estudiando ingeniería comercial en la universidad. Él trabajaba en el sector eléctrico en tanto ella en la industria bancaria, y cuando luego de 20 años decidieron dejar de ser empleados pensando en un nuevo plan de vida, la idea de crear un hotel tomó fuerza inspirándose en el hecho de poder interpretar las necesidades de viajeros de acuerdo con su propia experiencia como huéspedes cuando, en familia, solían tomar vacaciones en las regiones de Aysén y Magallanes.
Los huéspedes de Estancia Rilán son recibidos por Mónica Hidalgo y Rodrigo Riquelme, la pareja creadora de este hotel de solo ocho habitaciones pensado desde el inicio como una alternativa de hospedaje que propicia el descanso, el goce de la naturaleza y una experiencia cercana a la cultura chilota.
“Decidimos arriesgarnos en la lógica de proponer un servicio que fuera cercano, un poco elegante, pero sin perder sencillez”, resume Mónica. La socia de Estancia Rilán cuenta que Aysén fue el primer destino que consideraron, pero problemas con el terreno que iban a comprar determinaron que retomaran el proyecto en otro punto del país: “Tuvimos que reinventarnos respecto del lugar y Rodrigo propuso Chiloé. Él es más técnico y pensó en la conectividad, la presencia de un aeropuerto y la cercanía con Puerto Montt. Yo pensé en otras virtudes como que esto es Patagonia insular y, por lo tanto, se integra a un concepto importante de cara al mercado receptivo: la idea insular de Chile en línea con destinos como Rapa Nui y Robinson Crusoe”.
Ya decididos, Rodrigo se trasladó desde Santiago a la Isla Grande con datos de terrenos a la venta y casi al final de su viaje dio con el sitio que hoy alberga a Estancia Rilán “Cuando lo vi dije: este es el lugar. Me gustó la cercanía con Castro y, a la vez, su condición rural. Estamos en medio de un campo y, bueno, con vista al canal e isla Lemuy”, destaca el empresario hotelero.
ARQUITECTURA SUSTENTABLE E INSPIRADA EN EL SUR
Una vez tomada la decisión de instalarse en la península de Rilán, zona de lomajes y bosques húmedos casi impenetrables, Mónica y Rodrigo se pusieron manos a la obra. Firmaron el contrato con el constructor en octubre de 2019 y, a pesar de la inestabilidad social del momento y, más tarde, con la pandemia declarada, siguieron adelante y confiaron el diseño a la oficina de arquitectura Ortúzar y Gebauer, profesionales de Santiago radicados en Chiloé. Buscando lo sobrio, simple y funcional, edificaron una estructura de dos niveles inspirada en el sistema de construcción chilote donde existe una nave central de la que surgen otras áreas: habitaciones, leñera, fogón… Así, el hotel quedó formado por una unidad principal que conecta dos módulos, espacios aislados uno del otro que acogen las habitaciones. La fórmula armoniza con una filosofía ecológica, pues no sólo favorece el descanso de los huéspedes, también ayuda en temas de calefacción: los espacios se pueden climatizar por separado.
“Desde el momento de la reserva nos preocupamos de generar una experiencia que sea basada en la cercanía, en la asesoría y en sobrecumplir las expectativas”, destaca Mónica.
Siguiendo la línea sustentable, todas las instalaciones se pensaron para reutilización de aguas grises en riego de jardines. A su vez, para aprovechar la luz natural, se optó por contar con dobles alturas, casi ausencia de paredes y amplios ventanales que conectan con el exterior.
La elección de los materiales y el diseño, en general, responden a la idea de entregar una experiencia local capaz de conectar con lo que es propio de Chiloé. Así, el principal elemento de construcción es la madera, esencialmente de mañío y pino. También figura el uso de cancagua, piedra sedimentaria muy ocupada en tierras chilotas y que en el hotel está presente en lavamos y en algunos suelos, como en las chifloneras, área típica en las casas del sur para dejar la ropa de abrigo mojada.
Si hablamos de elementos utilizados en el equipamiento y la decoración, se aprecia madera de bosque no talado y elementos de cuero trabajados por artesanos del archipiélago como parte de la política que sigue el hotel en cuanto a fomentar la economía circular.
COMODIDAD Y NATURALEZA
El diseño busca generar confort con distintos elementos y la ducha de cada habitación es buen ejemplo de aquello: luce como una cabina que se proyecta hacia el exterior, ya que está vidriada por un lado y el techo, el efecto es la sensación de estar en la naturaleza.
Siguiendo con las habitaciones, todas son iguales en equipamiento, su espacio varía levemente entre 27 m2 y 30 m2, y su vista es hacia el canal e isla Lemuy. Tienen balcón vidriado sin divisiones para no interrumpir la panorámica y en la estética resalta el color negro, muy atípico, tal vez, pero armónico con la idea de simpleza y elegancia que prima en el proyecto, también en cuanto a la idea de que el exterior y su paisaje son los verdaderos protagonistas de la estadía en Estancia Rilán. Nada parece dejado al azar y los detalles abundan: un jarrón con agua fresca saborizada con algún fruto y velas de aroma neutro encendidas son parte de esto. Entre otras comodidades, hay frigobar, smart TV, calefacción eléctrica y un mesón. En las camas y ropa blanca se trabaja con elementos premium; en bajadas de cama y pieceras se logra calidez gracias a textiles de lana y tinte natural. “Buscamos el confort desde lo simple”, enfatiza Mónica.
Buscando lo sobrio, simple y funcional, edificaron una estructura de dos niveles inspirada en el sistema de construcción chilote donde existe una nave central de la que surgen otras áreas: habitaciones, leñera, fogón…
Fieles a su filosofía de sostenibilidad y sustentabilidad, los amenities del hotel son productos hechos por un grupo de mujeres emprendedoras de Concepción; contienen solamente glicerina, manteca y elementos vegetales, el hotel las compra en formato grande para envasar y los etiqueta con información del producto. Por otro lado, en cada habitación hay un papelero para los elementos reciclables; el hotel los recolecta y entrega a una fundación privada sin fines de lucro que, a través de la Municipalidad de Ancud, emite un certificado de disposición de residuos que certifica que estos van a una planta en el continente.
VINOS, ARTE Y ESPECIALIZACIÓN
Estancia Rilán cuenta con salas de estar dispuestas en dos módulos iguales y equipadas con mesas pequeñas que resultan ideales para disfrutar, por ejemplo, un vino, jugar cartas o leer un libro, esto último, una alternativa para la que el hotel cuenta con su propia biblioteca. En diseño interior, luce de manera rotativa el trabajo de artistas emergentes y consolidados, como la del artista visual y grafitero Daniel Marcelli, y la del pintor Guillermo Grez.
Los creadores de Estancia Rilán decidieron no tener más espacios comunes: “Tenemos la opinión de que hay segmento para todos y que tienes que pensar en lo que vas a hacer y hacerlo bien. Pasa por ser coherente con lo que damos, aquí no vas a encontrar spa o tinajas de agua caliente, en la isla hay opciones para quien quiere eso. Si se busca disfrutar de la naturaleza, recorrer, conocer y llegar al hotel a conversar, leer, beber un buen vino…, este es el lugar”.
Las estadías en Estancia Rilán tienen un promedio de cinco días. Los pasajeros nacionales, muchas veces, llegan como grupos de amigos y los extranjeros suelen ser personas que arriban desde Europa en búsqueda de opciones de hotelería especializada y elaborada. En cuanto a edad, por infraestructura, el lugar no se recomienda para niños y resulta muy valorada para adultos mayores.
Uno de los mayores gozos al interior del hotel ocurre a través de su cava. Se contempló desde el inicio como una manera de ofrecer diferencia y Rodrigo la describe, a voz de Nicanor Parra, como una anticava porque es pequeña y diseñada como un cilindro que sube, una especie de anfiteatro. Ostenta una selección de etiquetas que los gestores de Estancia Rilán resumen como un relato geográfico de los vinos de Chile, incluyendo a los valles vitivinícolas del país, con más de 45 etiquetas y 13 cepas, más ensamblajes. La muestra fue iniciada por Rodrigo y se ha ido enriqueciendo con importantes aciertos a juicio de expertos, como la producción de Zaranda, viña emergente del valle del Itata.
GASTRONOMÍA LOCAL Y COLABORACIÓN
La cocina de la estancia entrega desayuno de campo, de esos con huevos y distintos tipos de pan –de masa madre, amasado, integral–, así como preparaciones muy propias del sur, por ejemplo, kuchen de manzana y murta o de frutos rojos.
Dado que los huéspedes suelen salir durante el día, el hotel no tiene servicio de almuerzo, pero sí de cena. A cargo de esta carta está Rucalaf, restaurante situado en Castro y creado por el chef Claudio Monje.
Dado que los huéspedes suelen salir durante el día, el hotel no tiene servicio de almuerzo, pero sí de cena. A cargo de esta carta está Rucalaf, restaurante situado en Castro y creado por el chef Claudio Monje.
Tras estudiar cocina y crear este proyecto, el cocinero decidió viajar a Alemania donde forjó su carácter culinario. Al regresar retomó su negocio, renovándose y mostrando una carta basada en productos de mar y tierra con platos tradicionales del campo chilote, pero sofisticados. De este modo, de su cocina surgen preparaciones como cheesecake de ajo negro, malaya rellena y puré de prietas, riñones al jerez, picorocos en su caldo, merluza con queso azul y pera, pulpo con papas nativas fritas, sorrentinos de chorizo y topinámbur en salsa pomodoro, postres como suspiro de murta y creme brulee de romero, y helados de aceituna, de chocolate zapallo o de betarraga asada y chía.
Vale mencionar que Rucalaf desarrolla cada día una nueva propuesta, pues se inspira en los productos disponibles entre los proveedores locales, como pato, jabalí y ajo chilote, eso, además de los desarrollados por su propia cocina, caso de embutidos y ahumados.
También resulta entretenido saber cómo se formó alianza entre Estancia Rilán y Rucalaf: mientras el hotel estaba en construcción, Rodrigo Riquelme compraba almuerzo a Claudio Monje, quien sorteaba la pandemia vendiendo colaciones; de cliente frecuente, pasó a ser amigo del chef y, más tarde, la relación creció y tornó a una colaboración profesional mutua. Y es que, así como con Rucalaf el hotel integra una propuesta culinaria de alto nivel, el chef puede retroalimentarse con la experiencia de los huéspedes, generalmente, personas con un paladar exigente; también tiene la opción de atender eventos corporativos y lanzamiento de productos.
Se puede decir que el sistema que une a Estancia Rilán con Rucalaf es parte de una idea de comunidad que se ha convertido en una filosofía para Rodrigo y Mónica. Se manifiesta en diferentes aspectos y permite proyectarse consolidando el concepto de su propuesta hotelera. Lo que buscan es superarse y, ¿por qué no?, convertirse en el mejor hotel de tipo boutique en Chile. Para ese propósito trabajan en iniciativas como aquella que llaman Espacio Colaborativo, ahí el público encuentra oferta seleccionada de productores, artistas y artesanos de la zona, cuya labor se promociona con videos hechos gracias a una alianza con Plastic Oceans, ONG dedicada a la eliminación del plástico en los mares. El organismo recibe, por parte de Estancia Rilán, el 5% del pago que hace un pasajero por su estadía cuando contrata directamente, es decir, no mediante plataformas. Mónica Hidalgo cuenta que, según el primer balance, el 80% de lo que el hotel entregó se destinó a talleres educativos en Chiloé: “Queremos consolidarnos en esta forma de hacer las cosas, que sea efectivamente colaborativo, sostenible y rentable pero, ante todo, disfrutable, el disfrute es lo que nos interesa”.
Estancia Rilán
Península de Rilán en la isla grande de Chiloé, aproximadamente a 40 minutos al sur este del aeropuerto Mocopulli de Castro.
Teléfono: (+56 9) 9 2928899
Contacto: contacto@estanciarilan.cl
Instagram: @estanciarilan
Facebook: @hotelestanciarilan
Web: www.estanciarilan.cl
Rucalaf restaurante
Putemun, Castro, Isla de Chiloé
Teléfono: +56 9 5610 0782
Instagram: @rucalaf_chiloe