La chicha, una bebida ancestral que ha perdurado a lo largo de los siglos, representa un vínculo intrínseco entre las culturas indígenas de América y su rica herencia gastronómica. Originaria de las civilizaciones preincaicas en América del Sur, la chicha ha sido elaborada de diversas maneras en todo el continente, desde México hasta Chile. Esta bebida, elaborada principalmente a partir de maíz fermentado, pero también de otros cereales y frutas, ha sido un elemento central en las celebraciones y rituales de las comunidades indígenas.
En Chile se consume como bebida refrescante durante actividades religiosas y sociales y al que se hace con maíz se le conoce como Muday en el pueblo mapuche. Antiguamente la fermentación era posible gracias a que las mujeres masticaban los granos, transfiriendo levaduras de su saliva a la preparación, proceso que hoy se hace adicionando esas levaduras a la preparación y dando lugar a esta bebida de baja graduación alcohólica.
Cada región tiene su propia variante de chicha, en algunos lugares, se le añaden frutas como la piña o la manzana, mientras que en otros se fermenta con hierbas aromáticas para darle un toque especial.
En la actualidad, la chicha sigue siendo una bebida popular en muchas comunidades indígenas, y su elaboración con uva o manzana se ha popularizado rápidamente en Chile. Reflejo de esto es el hecho de que la que se prepara en Curacaví ya cuenta con sello de origen e incluso es inspiración de una conocida cueca, además de ser la bebida oficial de los presidentes al inicio de la parada militar.
La chicha representa mucho más que una simple bebida. Es un símbolo de la diversidad cultural y la riqueza gastronómica de América, un puente entre el pasado y el presente que sigue fluyendo a través de las venas de las comunidades indígenas y de aquellos que aprecian su autenticidad y sabor único.