Existe la creencia de que las preparaciones realizadas en horno de barro tienen un sabor particular y mejor que las cocinadas de otra forma. De hecho, es común que se mencione como atributo, al momento de ofrecer un plato, el que haya sido cocinado de esa manera, como diferenciándose de los demás y generando ciertas expectativas para el comensal.
Este es un método de cocción tradicional que ha estado presente durante siglos en diversas culturas de todo el mundo, de lo que encontramos registros desde la Antigüedad con los griegos y romanos que lo utilizaban para hacer pan. Así también, aztecas, mayas e incas tenían los suyos y es que es una eficiente manera de conservar el calor por tiempos más largos asegurándose una distribución de la temperatura, que, aunque es imprecisa, se mantiene sostenida, disminuyendo lentamente, lo que es una gracias para ciertos alimentos.
Su diseño varía según la región, pero generalmente consiste en una estructura semiesférica con una abertura en la parte frontal para introducir los alimentos y una chimenea en la parte superior para permitir la salida del humo. Estos hornos calientan sus paredes mediante la quema de leña que luego se desplaza para dejar espacio a los alimentos que serán cocinados gracias a la irradiación de calor.
Empanadas, pasteles de choclo, pan amasado, chupes, costillares, plateadas, conejos son algunas preparaciones tradicionales que vemos salir de estos hornos donde con maestría, quien cocina, maneja los tiempos perfectos para que después nos sumemos con fe ciega a la convicción de que efectivamente el sabor de lo hecho en horno de barro es muy superior.